Si las situaciones tuvieran un color, sinceramente no sabría cual poner a lo que ahora vivo.
En todos éstos días, difíciles de verdad, los podría ver de color negro, muy negro. Tanto que no puedo distinguir lo que pasa. Un negro que hacen que mi corazón y mi alma se tornen igual.
Pero luego pasan los dias, y con ellos, viene el blanco de la esperanza, de la oportunidad. Del creer que las cosas mejorarán. Viene el blanco de la vida de mi esposa, de su ánimo que me contagia, de su buen humor que me hace reir... y también llorar. En éste mundo de contrastes he vivido el reir y el llorar a la misma vez. Me río de las ocurrencias de mi esposa, y lloro, porque no quiero que sean los últimos momentos con ella. Todo en un mismo momento.
Recuerdo muy bien, que una señora, hace tiempo me dijo: "Los hombres son niños toda la vida".
Hoy lo recuerdo, y hoy lo siento. Cuando ya no aguanto más y mi esposa me abraza dándome consuelo, brindándome confianza, mirándome a los ojos y diciendo que no me preocupe, que ella está bien y que sinceramente está tranquila. Que lo único que anhela es mirar a los niños nuevamente, abrazarlos y estar con ellos.
Es difícil guardar las emociones, callar los sentimientos, aparentar la fortaleza que ya no se tiene.
El rojo nos gusta a los dos, el azúl, también.
El rojo del amor que nos tenemos, así... intenso, de verdad, franco. Con ésa fuerza que un rojo inspira.
Y el azúl, como el cielo grande y bonito. Como el cielo, que cubre todo el mundo, toda la vida... y también la muerte. Que se dice, con la muerte empieza la vida.
En los momentos que puedo pensar un poco me pregunto ¿porqué dolerá tanto desprenderse del ser amado?.
Hoy pues, lo único que pido a Dios, es el aceptar, el asimilar, la situación que ahora vivo.
Si pasara, hoy o mañana o cuando tenga que pasar, no quisiera sufrir, ni sentir dolor. Querría estar contento y tranquilo, porque ella estará en paz con Dios.
¿Es mucho pedir?.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario