29 del cuarto mes de
2014
Es curioso, siempre que me
despido de alguien ha sido para siempre. No recuerdo un reencuentro una vez
iniciada mi partida, o la de ellos. Ésta no es la excepción.
Hoy me despido de ti, a la que le
perteneció mi corazón todos éstos años. Imposible no sentir algo que estremezca
mi ser. Mera tristeza en éste caso.
Me queda claro que la vida sigue,
que el dolor pudiera no tener importancia, sólo para mí. Que todas las buenas
cosas fueron empañadas por los muchos errores que cometimos.
En fin, hoy solo quiero
despedirme.
Pero, mientras escribo esto que
no sé si alcances algún día a leer, me viene a la mente las cosas con las que
me quedo, y también las que te dejo.
Quiero hacerte saber que me quedo
con:
Ésa sonrisa que me enamoró desde
que la vi y que dio brillo a muchos días que habitan en mi recuerdo.
Con tu nombre inspirando el amor
inocente en unos de mis hijos.
El deseo simple y llano de querer
hacer posible que ningún problema fuera más grande que nuestro amor.
Con la imagen de tus pies
embelleciendo los zapatos.
Con el café frío en el centro comercial.
Con el café frío en el centro comercial.
Con los planes, los sueños y las
ilusiones que tuve a tu lado.
La oscuridad cómplice que
iluminaba nuestro amor.
Las ocurrencias que disfrutabas
escuchar. Y mi alegría por hacerte reír.
Todas las canciones que
parecieran, fueron escritas para ti.
Mis cartas y mis respuestas de
amor.
La inspiración que despertaba tu
recuerdo.
Las comidas y las bebidas que
compartimos mientras disfrutamos la cercanía del uno con el otro.
Tu sombra a mi lado.
Ése viaje que jamás realizamos.
Tu comprensión y apoyo
desinteresado.
Tu mirada que siempre me dijo las
cosas sin mencionar una palabra.
Mi intención de amarte toda la
vida… y en otra vida.
Ésa idea de haber querido unir mi
vida a la tuya, bien, con la bendición de Dios y la alegría de los nuestros.
La amable atención a mi persona
de parte de tu madre, y la cercanía de las pláticas con tu padre.
Los secretos que compartimos.
El latir de nuestros corazones
sincronizados en uno solo.
La habilidad de saber tu
pensamiento.
Mi sana intención de querer ser
tan solo un libro abierto para tu persona.
El sentir de su ser.
Tu fortaleza, que sin decirte,
siempre admiré.
Mi convicción de hacerte saber
que era tuyo y de nadie más.
Las flores que te di, y las que
no alcancé a darte.
El fracaso de no haber sabido
convencerte, que eras el calor del sol, la luz de la luna, y el brillo de las
estrellas en mi vida.
Con éste camino que terminaré de
recorrer sin tu compañía.
Con las diferencias que nos
hacían acoplarnos perfectamente, y como te lo dije hace años, éramos como un
hermoso rompecabezas.
La suavidad de tus manos y el
esmalte multicolor de tu uñas.
La agradable experiencia de
descubrirme como un reparador ocasional de tus problemas.
Mi amor que hoy está oculto.
Las caricias que ya no quisiste.
Mis murmullos en tu oído.
El gusto de verte bailar.
Tu hombro que sirvió muchas veces
para sostenerme y mantenerme de pie.
Me llevo, mis errores, mis
defectos y mis debilidades que ya no tendrás que soportar más. Pero que sin
embargo, me volvían tan solo un ser humano, con ésa naturaleza imperfecta que
Dios nos da para que no nos olvidemos de Él.
La compañía de la luna en las
noches en las que tu recuerdo invadía mi pensamiento.
Todas las palabras que aún no he
escrito pero que tenían como principal función darte a conocer lo más cercano
posible el inmenso amor que llegué a sentir por ti.
La libertad que sin pedirte me
otorgaste.
El compromiso de pagar tu
teléfono, ése aparato que sirvió para alejarnos, y al mismo tiempo cumplió la
función de acercarte a alguien más. Y aunque no lo creas me pesa seguir haciéndolo.
Mi corazón herido.
La contundente verdad de saber
que separarme de ti ha sido lo mejor que me pudo haber pasado.
.
.
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Sin embargo, como en todas las
mudanzas también, hay cosas que no quiero traer conmigo, que te dejo.
Mi desconfianza después de tu traición.
El dolor producto de tu gusto por
dejarte llevar en lo indebido.
Mi dignidad destrozada.
La burla a la que me sometiste.
La terrible ansiedad y el sudor
de mis manos.
El incansable insomnio.
Tu soberbia que terminó por
invadir mi existencia.
La felicidad que tiene precio, la
que se puede comprar por lo material.
Los sonidos perturbadores que
invaden el silencio de mi soledad.
Mi inquietud.
Mi incertidumbre.
Mi confusión.
Tus brazos en los que me vi
envuelto y ahora cubren a otro.
La debilidad de mi cuerpo por
consumir interminables cajetillas de cigarro en medio de la noche, por el
simple hecho de no saber cómo reponerme a todo esto.
Ésa amarga luna de miel que estás
viviendo, que decidiste tener y que sin querer he tenido que atestiguar.
La terrible decepción de saberte
disfrutar ser el postre en la mesa de un hipócrita.
Te dejo al dios que comparten, al
que les impide comer ciertas cosas o compartir el río que da vida. Pero que les
permite fundirse, señalar y traicionar.
El consejo de dar el mejor
ejemplo a mis hijos, no creo que seas la persona indicada para hablar de esto.
La voluble amistad que me
ofreciste. Quédatela.
Mi tristeza.
Mi dolor.
Mi boca seca.
La falta de apetito.
Mis lágrimas cargadas de
amargura.
La terrible experiencia de sufrir
el desamor.
Tu número de teléfono. Ya que no deseo
tener más llamadas tuyas.
Las amenazas y los chantajes que
acostumbra con quien ahora compartes tus noches, ya no son necesarios. Ahora
eres de él, ojalá eso les de tranquilidad.
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Debes saber
que no te deseo nada malo, por el contrario, de verdad quiero que seas feliz…
muy feliz.
Que tu vida se cargue de dicha y
bendición.
Considero que no hay necesidad de
pedir perdón de nada. Pero quiero que sepas de verdad que lamento la inconsciencia ocasionada por mi debilidad que tan malos ratos te hizo pasar.
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Hoy he pedido a Dios, al buen
Dios, que me proteja como lo hizo con Daniel.
Que me acompañe.
Que me guíe.
Que me fortalezca.
Que no permita que me aleje
nuevamente.
Que cure mis heridas.
Sé que todo esto que está pasando es porque Él así lo quiso.
Me queda claro que hay dolor y existe la paz.
A veces, es necesario verse solo en el desierto, para darse cuenta que es por Él que uno se mantiene vivo.
Y mientras haya vida, hay oportunidad de recomponer el camino. De iniciar de nuevo, pero ahora con la experiencia de saber qué no se debe hacer, de tener el sincero deseo, de verdad, de simplemente hacer las cosas bien. Todo con la ayuda de Dios… mi Señor.
A diferencia tuya, ahora no pienso con quien sustituirte, considero que tu huella en mi vida es mucho más que intentar satisfacer un simple y vulgar deseo. Entonces, el tiempo puesto por Dios hará las cosas en mi vida.
Cuídate mucho, y que Dios te acompañe.
Gracias por todo.
Adiós y buena suerte.
Eric.